En épocas de crisis económica, los departamentos comerciales de las empresas no suelen atreverse a asumir riesgos. Saben que hay tareas que podrían mejorar mucho la productividad de la empresa, convirtiendo trabajos ordinarios en procesos automatizados. Pero tomar la decisión es más difícil de lo que parece.
Lo primero es identificar la necesidad de software existente, algo que solamente pueden hacer responsables que trabajen directamente realizando esa tarea o conozcan a ciencia cierta el funcionamiento de esa actividad. Muchas veces los jefes desconocen este aspecto, hasta el momento feliz en el que a un informático inocente se le enciende la bombilla y sugiere: «¿Y esto no se podría hacer con algún software para que funcione más rápido?». A partir de ese momento, se entra en un proceso de reflexión y decisión.
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